martes, 31 de agosto de 2010

Distancia

Sabíamos que no iba a ser fácil.
Tú con tu vida,
yo tan lejos, tan con la mía.
El amor en algún punto medio.
Tanta era la distancia,
que a veces se nos hacía difícil hallarlo.
Cuando los dos lo veíamos,
todo era felicidad.
Pero pasaba que a veces solo yo podía encontrarlo
y ahí venía la pena.
La angustia de sentir que tal vez nunca concordaríamos.
Los ojos húmedos,
el temblor de las manos
las palabras sin decir.
No sabía si regresarías,
nunca lo sabía.
Solo me quedaba esperar.

lunes, 30 de agosto de 2010

Carta

Me pregunto qué me dirás en la carta que no vas a escribirme. Me contarás que extrañas tantos besos que no me llegaste a dar, tantos abrazos. Dirás que extrañas conocer cómo se sienten mis piernas al enredarse con las tuyas. Escribirás sobre las ganas infinitas que tienes de sentir que me quieres, y de decírmelo todos los días.
Recordarás las risas, el sexo, las caminatas, el sol en el malecón, lo que no fue.
Y yo leeré tu carta, una sonrisa de vez en cuando, y nos llenaremos de nostalgia.

jueves, 26 de agosto de 2010

Luna

Vio la Luna llenísima, redonda y amarilla y quiso ir volando a abrazarla. Atravesar ese árbol sin hojas que la tapaba por partes y llegar a ella, y contarle lo linda que estaba y darle besos en los cachetes.
Vio la Luna inmensa, completa de amor y quiso decirle "te quiero" y agradecerle por ser tan hermosa. Luego, regresar en caída libre hacia la Tierra y ser feliz por esa noche.

jueves, 5 de agosto de 2010

prueba

Seguía esperando la música que me llevaría hacia ti
pero no la pude encontrar.
Se estaba haciendo de noche en mi recuerdo
y tú todavía no llegabas.
"¿Dónde estás?" pregunté a gritos.
¿DÓNDE ESTÁS?
Nadie respondió.

martes, 3 de agosto de 2010

(sin título) N

Graduamos el agua para que nos gustara a los dos. Después, nos juntamos debajo de la ducha, sin saber bien qué hacer. Al principio pensamos que teníamos que imitar a las tantas veces vistas películas de Hollywood pero no tardamos en darnos cuenta de que ese momento era nuestro, que ningún director lejanísimo nos tenía que decir qué hacer.

Desde ese minuto, Tarcila amó más a esa dupla que no tenía mucho tiempo de formada, pero que se sentía tan real y tan correcta, que no quería ponerle un final jamás.

domingo, 1 de agosto de 2010

Mitades

Aun días después de haberla dejado, Tarcila seguía sintiendo sus manos alrededor de su cintura, de su pecho, de su ser. Seis letras habían dejado de ser suficientes, pero él ya no estaba para escuchar las tres que venían.
Sabía bien que tenía razones de sobra para llorar, para deshacerse en lágrimas y no salir de su cuarto por un buen tiempo, pero no lo hizo. El dolor era bien conocido para ella, y ya tenía las armas para controlarlo, para ser ella la dueña del dolor y no viceversa.
En parte se sentía feliz, porque las canciones de amor ya no la hacían llorar, podía ver parejas en la calle sin sentir odio, pero era su tacto del que no se podía olvidar. Ese recuerdo amenazaba con volverse dueño de ella y no dejarla controlar su emoción. Era eso precisamente lo que la preocupaba tanto.
A veces tenía miedo de no poder sacarse su beso, su abrazo. A veces temía por los días por venir, por cómo se tendría que comportar sintiendo que lo tenía tan cerca. A veces, solo a veces, sentía el nudo en la garganta que hacen las lágrimas antes de salir, de pensar que tal vez nunca se lo sacaría de su ser. De que el dolor podría crecer y salirse de control.
Pero, cada vez que esto pasaba, levantaba la cabeza, se miraba al espejo, trataba de ignorar el reflejo de él, que todavía no había salido del marco, y empezaba su día sola.