Llevo mi tumor conmigo.
Lo guardo en un frasco,
en un sobre,
en un saco,
en una bolsa.
Lo llevo a dondequiera que vaya.
Me ayuda a no olvidar
que soy humana
y que a veces,
el mundo no es lo que uno quisiera
y uno no es
lo que el mundo esperaba.
Guardo mi tumor cuando lloro
y lo saco cuando río.
Así no olvido
que la alegría pasa
y que la tristeza puede volver
en cualquier momento.
Mi tumor va conmigo a todas partes.
Lo muestro orgullosa:
recordatorio de mi mortalidad,
aviso de mi fragilidad.
Ni odio a mi tumor
ni me avergüenza.
No me disminuye,
no me amenaza.
Aunque separados,
es y será
parte de mí:
recordatorio
de mi vida,
de mi mortalidad.
Aviso
de mi fragilidad.
jueves, 23 de octubre de 2014
jueves, 9 de octubre de 2014
(Des)
He olvidado tu cara.
No tus manos ni tus ojos ni tus labios.
Solo tu cara.
He olvidado cómo luces.
Cuando nos crucemos en la calle,
-desconocidos aún-
no te reconoceré.
He olvidado tu cara.
No sé quién eres,
no sé tu nombre.
No reconozco tu voz.
Te busco día a día.
Te busco en mis sueños
y te llamo.
Te invoco.
Te nombro todos los días
y te sé de memoria,
te conozco al pie de la letra.
Pero, cuando nos crucemos en la calle,
-desconocidos para siempre-
no te reconoceré.
No tus manos ni tus ojos ni tus labios.
Solo tu cara.
He olvidado cómo luces.
Cuando nos crucemos en la calle,
-desconocidos aún-
no te reconoceré.
He olvidado tu cara.
No sé quién eres,
no sé tu nombre.
No reconozco tu voz.
Te busco día a día.
Te busco en mis sueños
y te llamo.
Te invoco.
Te nombro todos los días
y te sé de memoria,
te conozco al pie de la letra.
Pero, cuando nos crucemos en la calle,
-desconocidos para siempre-
no te reconoceré.
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